Existe un momento en el tiempo de cada una de nuestras vidas, el cual sólo tiene posibilidad de ocurrir como resultado de un ciclo astral preciso, que incluso puede llegar a tardar miles de años… Cuando ese momento ocurre, “La Luna” , alineada en perfecta conjunción, conjura un hechizo para hacer menguar y matar a “El Sol”; y las estrellas viajan desde distancias inimaginables para participar en la danza de ese conjuro alrededor del portador de la luz del día, viendo como se opaca el brillo de su corona, gozando del irreprimible deseo de venganza, por haberles confinado el esplendor de su baile al silencio y a la inmensidad solitaria de la noche. Entonces, desde lo más profundo de sus cósmicas entrañas, expulsan lujuriosamente el polvo escandilante de su verdad, y a la velocidad de la luz lo esparcen por todos los espacios del Universo; llegando a los mas opuestos, ocultos y oscuros rincones inimaginables.
Cuando ese momento ocurre, el hechizo de “La Luna” hace que lo “imposible” y lo “posible” se confundan, que la “cordura” parezca “locura”, y lo “ficticio” y lo “real” sean igual. Irremediablemente, en el tiempo que rige mi vida, ese momento ha llegado…
Mientras, en “La tierra”, tímida e indecisa observadora del evento; pues prefiere no entrar a favor de “una” ni de “otro”, la naturaleza susurra a voces de aleteos y movimientos agitados de hojas el escándalo de la osada Luna, pero nada le reclama; ya que bien sabe que ella, “Emperatriz y Hechicera de la Noche” es quien hipnotiza y controla a las vitales mareas, por lo que no tiene otra elección sino dejarse afectar por tal circunstancia… Retoñando y floreciendo hacia “adentro”, escondiendo los frutos ya maduros, para que no se dañen en el enfrentamiento que habrán de llevar “Luna” y “Sol” , aunque eso pueda significarle a la toda la insipiente naturaleza, morir antes de nacer…