sábado, febrero 24, 2007

Abel Ferrara y sus Adicciones...

Uno de los realizadores cinematográficos más inquietantes, obsesionado por meter el dedo en el lado oscuro de la psique y el espíritu del hombre.
En casi toda la filmografía de Ferrara, la violencia se establece como hilo conductor de sus historias; rasgos comunes presentes en sus films son tales como la dificultad en establecer una línea divisoria entre paranoia y lucidez o la agonía espiritual como camino único de salvación. Todo conduce a un destino de autodestrucción, lento, en forma de curva descendente, una ruta invadida por todas las manifestaciones imaginables de la degradación humana.
Tanto en El asesino del taladro como El ángel de la venganza, por ejemplo, podrían catalogarse como slasher movies (films de asesinos seriales) y, aún así, existe un quiebre en la convención de este género dado por las particularidades de las víctimas del personaje central. En el caso de El asesino del taladro, las víctimas y el criminal no conforman fuerzas antagónicas que representen una noción absoluta del Bien y el Mal, tal como se estructura en los films de género; el protagonista, es un ser lúcido y con la necesaria cuota de sensibilidad, mientras que sus víctimas son presentados como individuos inestables y marginados. Es entonces que el asesino, funciona como figura de identificación para el espectador, que en el afán de fundamentar los razones de la psicosis, termina por justificarsele todo su accionar. En El ángel de la venganza, esto es todavía más radical: el psicópata asesino es una mujer recién violada, que mata sistemáticamente uno por uno a los hombres que la asedian y que incluso considera amenazantes. En ambos casos, los personajes, justifican su existencia más allá de sus acciones; inmersos en un infierno cotidiano, no hacen sino actuar en consecuencia y, para Ferrara, esto significa descender moralmente y emprender así el camino de la salvación.
Pero en donde más se profundiza es en Príncipe de Nueva York y Un maldito policía, donde sus antihéroes poseen una ética más sólida que la de muchos de sus antagonistas. En la primera, el líder narcotraficante Frank White asume el deber casi moral de eliminar a sus rivales, quienes -según él- son una amenaza social mucho mayor que la de su persona. Este acto contiene implícita una noción de justicia difícil de aceptar para la ley establecida: para Ferrara, las verdaderas víctimas no son las que mueren acribilladas (o taladradas) en manos de un delincuente o un psicópata, sino los delincuentes o psicópatas que se ven obligados, por una exigencia personal, a matar a sus semejantes. En Un maldito policía el protagonista se somete a algo similar: cuando supone haber llegado a un punto irreversible de degradación, y llevado hasta el límite su relación con las drogas, la corrupción y la violencia, encara un conflicto religioso que detona los complejos mecanismos de la culpa. Pese a su maldad inherente, en su confrontación con la figura de Cristo, comienza su propio camino hacia el perdón. Cabe destacarse que su encuentro no es real sino un producto del delirio del personaje; esto conlleva a pensar en que la expulsión de sus males es siempre autoinducido, y ni siquiera la presencia Santa (y mucho menos las instituciones), se encuentren capacitadas en reformar al que no haya descendido primero a la región más oscura de sí mismo; la respuesta final es simplemente una sola: el perdón.
The Addiction es una continuación de lo ya expuesto; aquí la protagonista, estudiante de filosofía con características vampíricas, participa de una metáfora un tanto explícita para referirse a todo tipo de adicción. Su deseo constante de sangre hace incrementar su descenso hasta llegar a entender la esencia humana gracias al entendimiento de las teorías filosóficas (Heiddegger, Nietzsche y Sartre aparecen constantemente como puntos de referencia) que, siendo mortal en sus inicios, estudiaba y le parecían inescrutables. Aquí la maldad es inherente al hombre, por tal motivo, el hombre tiende hacia el Mal; las preocupaciones religiosas y la reflexión sobre la culpa y la redención son constantes a lo largo del filme: existe un idea positiva en el hecho de sufrir, ya que para redimirse habrá que aceptar el dolor y la culpa y de esta forma se obtiene el verdadero perdón.
Clip de la película El teniente Corrupto ( "Bad Lieutenant", 1992).